Si hay un producto tan arraigado en nuestra cultura como el aceite de oliva son las legumbres.
Habas secas, alubias, garbanzos, soja… Hemos crecido cocinándolas, comiéndolas y, en ocasiones, odiándolas.
Este año, la Asamblea General de Naciones Unidas ha decidido poner en marcha un ambicioso plan de concienciación para divulgar los innumerables beneficios de las legumbres en todos los ámbitos socioculturales del planeta.
ONG´s, gobiernos e instituciones oficiales se han comprometido a colaborar y participar de esta iniciativa con el fin de sensibilizar a la población mundial sobre los numerosos beneficios nutricionales de este alimento tan “común” pero a la vez tan desconocido.
Desde el momento de la siembra hasta que llegan a nuestros hogares, pasando por el proceso de rotación de cultivos y por la comercialización del producto final, todos los campos que giran en torno a nuestras pequeñas amigas están siendo investigados, analizados y promocionados ya que, aunque podamos pensar lo contrario, aunque las tratemos con familiaridad y hayan estado presentes en nuestras cocinas desde tiempos inmemoriales, las legumbres todavía tienen mucho que enseñarnos: vitaminas, proteínas, calcio, hierro, fibra y un ínfimo contenido graso son solo algunos de los elementos beneficiosos que contienen, los cuales las han hecho merecedoras de ocupar un puesto de honor dentro de la dieta mediterránea.
Las combinaciones culinarias a las que se prestan son infinitas por lo que su consumo se posibilita durante todas las estaciones del año pero ¿quién tomaría un cocido de garbanzos bien caliente en esta época? Seguramente muchos os atreváis pero vuestra digestión os recordará que tal vez no haya sido la decisión adecuada.
¿Y si sustituimos ese plato por una ensalada de garbanzos con mostaza, atún, cebolleta fresca y un poco de cilantro picado? Distinta elaboración, mismos beneficios y mucho más refrescante y ligera.
Las legumbres son una caja de sorpresas ¡Exploremos todas las posibilidades que nos ofrecen!
